El Escribidor.

martes, 26 junio 2007

Edipo en la Encrucijada (Tragedia familiar en un acto)

Filed under: Mis CUENTOS,Posts de la vida. — Miguel A. Labarca D. @ 1:02 am

Edipo llega a la encrucijada de caminos y se da cuenta que el viajero que viene en el otro sentido no se aparta para darle el paso.

EDIPO (sacando una espada): Dejadme pasar o ateneos a las consecuencias.

LAYO: Edipo, ¿qué crees que estás haciendo con eso?

EDIPO: Lo desafío a singular combate por el honor y el derecho al paso.

LAYO: ¿Después de la educación que tuviste, de los sacrificios que se hicieron por ti? ¿No tienes nada mejor que hacer que andar buscando pelea en la calle?

EDIPO: Caballero, no sé de lo que habla. Saque su espada o aténgase a las consecuencias.

LAYO: ¿Qué edad tienes, Edipo?

EDIPO: ¿Yo? Este… treinta, recién cumplidos.

LAYO: ¿Sabes que a tu edad yo ya tenía un auto, una casa y un trabajo estable?

EDIPO: Pero qué tiene que ver…

LAYO: A mi nadie me regaló nada. Eran otros tiempos, otro país… yo fui a un colegio fiscal, me metían diarios en los zapatos, jugábamos a la pelota con calcetines huachos. Pero así todo salí adelante. Y soy Rey… ojo, Rey. Imagínate si hubiera tenido tus oportunidades… sería emperador, presidente del mundo…

EDIPO: Pero, es que tú no entiendes. Ser Rey está bien, pero…

LAYO: ¿Pero qué, a ver?

EDIPO: O sea, no tengo nada en contra de la monarquía, pero hay otras cosas… Ser rey… no es lo mío.

LAYO (incrédulo, escandalizado): ¿¡No es lo tuyo?! ¡Hay muchos que matarían por estar en mi lugar, para que sepas!

EDIPO: Sí, pero a mi no me llena, no es mi vocación.

LAYO: (Remedando a Edipo) “No me llena”, “no es mi vocación”… mira, yo a los diez años quería ser alfarero. Y a los trece oráculo. ¡Oráculo! ¿Te das cuenta? ¿Y a donde hubiera llegado como oráculo? A ningún lado, imagínate… cortando tripas de animales, haciendo sahumerios, tirando huesitos… Está bien, esas cosas son muy bonitas cuando uno es niño. Pero Edipo, ya estás peludito, tienes que sentar cabeza, formar una familia, construirte un palacio, comprar un carruaje, pagar la akademia de los niños… Pero a quién vas a mantener así, ¿qué mujer digna y en su sano juicio se casaría con un don nadie?

EDIPO: ¡No soy un don nadie! ¡Voy a pasar a la historia, vas a ver! ¡Algún día te voy a demostrar lo equivocado que estás!

LAYO: A sí, ¿y cómo me lo vas a demostrar?

EDIPO: Emhhh… teniendo aventuras, viajando, liberando ciudades oprimidas…

LAYO: Liberando ciudades oprimidas… por favor aterriza, vienes diciendo lo mismo desde que saliste del colegio. No tienes Isapre y vas a liberar ciudades oprimidas… para liberar ciudades se necesita lo mismo que para pagarle al jardinero: Plata. Y por eso la gente con los pies en la tierra trabaja, ahorra y planifica. Eso es lo que debieras hacer en lugar de estar por ahí patiperreando como fenicio.

EDIPO: Pero es que yo tengo otras cualidades, otros talentos, otros intereses…

LAYO: (Sarcástico) ¿Ah sí? ¿Cómo cuales?

EDIPO: Las adivinanzas.

LAYO: Por favor, como si las adivinanzas te fueran a llevar a algún lado. Además, si fueras bueno para eso, ya habrías adivinado algo. ¿Qué has adivinado, a ver, qué has adivinado?

EDIPO: O sea, por el momento nada, pero tengo algunos proyectos…

LAYO: No me hagas reír, ¿acaso crees que alguien te va a estar esperando para darte algo a cambio de una adivinanza? Madura, por favor. Mira, no necesitas contestarme ahora, pero por favor piensa en lo que hemos hablado.

EDIPO: ¿Pero… y el duelo…?

LAYO: Olvídate del duelo y piénsalo, Edipo. Si no por mi, por lo menos considéralo por tu mamá, que te quiere tanto y se preocupa siempre por ti. Tú sabes que siempre fuiste su regalón.

EDIPO (suspirando): Tá bien, ta bien…

LAYO: Y de paso me podrías acompañar al palacio y ayudarme con el ábaco nuevo que no entiendo como usarlo.

EDIPO: Papá, te he explicado mil veces como usar el ábaco.

LAYO: Y me explicarás de nuevo. Yo no entiendo esas manías que tienen ahora con los ábacos. Yo llegué a rey sumando con los dedos. Ni falta que me hizo un ábaco para tener éxito en la vida.

Edipo se encoge de hombros y sigue a Layo hacia Tebas.

jueves, 7 junio 2007

«El Cielo, la Tierra y la Lluvia» – En Rodaje.

Filed under: José Luis Torres Leiva,Posts de la vida.,Posts de Pelicula(s) — Miguel A. Labarca D. @ 9:35 pm

Foto robada del blog de Inti.

A pesar de lo que dije antes, las películas sí se siguen haciendo con algo más que plata. Y luego de un jueves y viernes centrado en la venta, financiamiento y auspicios, fue bueno tener un sábado en terreno. Al aire libre y tras la cámara (o por lo menos cerca).

La noche valdiviana causó un poco más de estragos de los que esperaba. Tomé un desayuno liviano y seguí a Crisis hacia la Isla Teja. Desde el centro, caminas unos pasos cruzando frente al espacio que dejó el hotel ausente y llegas al puente. Me sentía mal, trasnochado y con caña. Pero cruzar fue milagroso. Al otro lado del río estaba repuesto, entero y optimista.

En Valdivia todo está cerca, incluso el campo. El fundo Teja Norte está a pocos pasos de la universidad. El día: perfecto. Combinación de cielo limpio y nubes tamizadoras. Abajo río, praderas y bosques. Caminábamos a la locación de “El cielo, la tierra y la lluvia”, primer largometraje de José Luis Torres Leiva, producido por varios europeos y, en Chile, por Jirafa, la productora valdiviana que también está involucrada en la producción de “Ilusiones Ópticas”, la película de Crisis que vinimos a preparar.

José Luis Torres es algo así como un milagro o, mejor dicho, la promesa de un milagro. Un director santiaguino que no parece ni director ni santiaguino. Pero es las dos cosas y la primera con mucho éxito. José Luis es demasiado tímido y “quitado de bulla” para estar filmando su ópera prima en 35 mm. con tres camiones, dos buses, una cámara supersónica y un equipo de primera aguardando sus instrucciones en las mesetas verdes que rodean Valdivia. Cuenta la leyenda que José Luis partió filmando sus cortos sólo, con una cámara y su papá que lo llevaba a las locaciones en el auto familiar. José Luis es como ese compañero silencioso que se sienta atrás de la sala, escribe cosas raras en su cuaderno y al que nadie pesca ni se acuerda de invitar a las fiestas. Pero las apariencias engañan. De ahora en adelante debieran pescar más a sus compañeros del fondo de la sala. Los cortos de José Luis han arrasado en Europa y su largometraje, antes de rodarse, recibió el apoyo del World Cinema Found, uno de los fondos más prestigiosos que alguien puede ganarse antes de hacer su película.

Pude conocer y, aún más, entrevistar a José Luis hace un tiempo gracias a la edición del DVD “SNOB” en el que su corto “Obreras Saliendo de la Fábrica” estaba incluido. José Luis es la colaboración y la modestia en persona. Su look es de universitario sureño en santiago y cada una de sus palabras parece destinada a disculparlo, no sólo por filmar, sino también por existir. Y así y todo es director de cine, uno de los oficios más jerárquicos y estresantes que conozco. Vuelvo a decirlo: un milagro. Y también un fantástico contra argumento para aquellos que creen en el éxito vía codazos, gritos y zancadillas.

Sin embargo, con todo el cariño que le tengo y aunque haya estado a cargo de SNOB no quiero pecar de idem. Yo el minimalismo extremo que hace José Luis no lo logro entender ni disfrutar del todo. “Obreras Saliendo de la Fábrica” me gustó, pero creo que me gustó a pesar de su lentitud y no gracias a su su lentitud. José Luis es de planos largos, hermosamente armados, casi eternos. Muy pocos diálogos, personajes callados y silencios para escuchar el mundo a través de la pantalla. No apto para impacientes, no recomendable para cinéfilos de fin de semana. Si sientes que Transformers es el estreno del año, es probable que Torres Leiva no sea precisamente tu pedazo de lemon pie. Este tipo de cine, como los erizos o la carne cruda (magnífica en Valdivia), parece ser un gusto adquirido.

La toma que alcanzamos a ver se rodaba en un camino de tierra rodeado de vegetación. Una chica camina hacia cámara; otra chica la sigue, intercambian un par de palabras, una se detiene y la otra sigue caminando. La cámara panea en 180 grados siguiendo a la chica que camina y dejando fuera de campo a la que se detiene. Y el plano dura y se prolonga mientras la chica se aleja por el camino. Y se aleja harto.

Desde que el equipo se dispone a filmarla hasta que el plano está listo deben pasar fácilmente dos horas. Se necesitan como cuatro personas para acarrear la cámara desde la explanada donde están los camiones, la comida y el vestuario hasta el caminito donde se rueda. Cuatro tipos ubican la cámara en posición sin dejar de echar la talla en ningún momento. José Luis se aleja a hablar con las actrices que deben caminar una y otra vez de ida y de vuelta. Sonidistas, productores, foto fija, continuista, asistente de director, asistente de cada uno de los asistentes. Nunca deja de impresionarme la cantidad de gente que hace la diferencia entre la posibilidad de filmar algo y la posibilidad de filmar algo que se vea realmente bien.

Inti Briones, también director de fotografía de “199 Recetas para ser Feliz”, «Tendida Mirando las Estrellas», varias de Ruiz y de un montón de cortos, clips y comerciales, nos contaba que la última semana de rodaje había sido una especie de aterrizaje. Las semanas anteriores fueron una inmersión total en los elementos. Agua, barro, neblina, cerros, mar y despoblado. En Punucapa, Niebla, Corral y otros lugares que suenan a calzoncillo largo y arena mojada.

Algunas hazañas: un plano secuencia de seis minutos, de amanecida, con un zodiac que debía llegar de manera precisa, pero que no llegaba nunca, amenazando con hacer naufragar el trabajo de un día entero. Un dolly que debía construirse a cierta altura y para el que tuvieron que juntar piedras hasta hacer un verdadero muro incásico. Pero la tecnología siempre ayuda: las locaciones fueron estudiadas a fondo con Google Earth y los movimientos del equipo cuidadosamente planificados gracias a los satélites benefactores. Y las hazañas tecnológicas superaron el campo del cine para tocar a la comunidad. Gracias al rodaje, Corral tuvo su primera red de Wi-Fi instalada por la producción de la película. Ignoro si se mantuvo luego de la partida del equipo. Una red de Wi-fi sin un laptop es peor que el árbol que cae en el bosque sin que nadie lo vea.

Los avances de la película al parecer son notables. Aunque no pude sentarme a ver, nos contaron que José Luis, pasando piola y sin hacer ruido ya tiene más de media hora de película montada. El equipo se ve feliz con un director que además de no molestar a nadie, parece tener las cosas muy claras y hacer sus tareas sin demora ni complicaciones. Un lujo para cualquier productor.

Escribí este post el domingo y lo estaba guardando para publicarlo el fin de semana. Pero por guardarlo, perdí la exclusiva. Todos escribieron sobre «El Cielo…» Si eres un Torres-Leiva groupie, puedes leer más en:

El místico blog de Inti (donde hay buenísimas fotos de locaciones y rodaje)
El cinéfilo blog de Maza (un sabueso del celuloide)
El autobiográfico blog de Crisis (director de Ilusiones Ópticas y mi anfitrión en Valdivia)

martes, 5 junio 2007

«ILUSIONES ÓPTICAS» – Preproduciendo.

Filed under: Posts de la vida.,Posts de Pelicula(s),Profesiones — Miguel A. Labarca D. @ 1:04 am

Lamentablemente la foto no es m�a. Felicitaciones a quien quiera que la haya sacado y subido.

En alguna época de inocencia pensé que el cine se hacía con cámaras, luces y actores.

Ahora, viejo y descreído, comprendo que se hace como casi todo el resto de las cosas. Con plata.

Pero como el desencanto no logra matar la ilusión ni el pragmatismo enjaular del todo el entusiasmo, fui a Valdivia a ayudar con la próxima película de Crisis. A conversar con empresas y conseguir plata.

La película se llama “Ilusiones Ópticas”, se filmará en Valdivia durante agosto y septiembre, y fuimos allá a hablar incansablemente de ella para conseguir financiamiento, auspicios y permisos varios. No me quedan muchas ganas de seguir repitiendo el “pitch”. Ya les contaré más en otro momento. Por ahora, basta con decir que es una comedia, transcurre en Valdivia y que sus personajes son todos tan valdivianos como el director.

Crisis dice que su película habla sobre Chile usando Valdivia. Valdivia como una especie de laboratorio, de olla a presión de lo que es nuestro país: provinciano y moderno al mismo tiempo.

En Valdivia entras a un restaurante fashion al lado de un río nocturno flanqueado por lindas casas de madera y apocalípticas chimeneas al otro lado. Y el restaurante es cool, pero el ambiente es como de reunión de apoderados, todos entran mirando, sonriendo y saludándose. Porque claro, todos se conocen.

En Valdivia la principal productora de cine está en una casona de madera que cruje sísmicamente cuando pasa una micro por la calle. Las paredes llenas de fotos antiguas, libros y posters de cualquier buena causa que imaginar puedas. Pero que no te engañen los ponchos y las artesanías étnicas, porque en medio de todo también hay MACS de última generación y una estación de edición donde se monta, casi en tiempo real, la que probablemente sea la más esperada película-promesa de los próximos tiempos para nuestro cine. Pero no nos adelantemos, ya hablaré de aquello en un post especial.

En Valdivia y en Antillanca, donde también estuvimos, la gente te recibe en sus oficinas y no parece apurada por terminar rápido, como en Santiago. Tiene tiempo para conversar, y se lo toma. Antes de cerrar el trato, por el mismo precio, puedes escuchar toda la historia de la empresa, desde el primer tronco que cortó el bisabuelo hasta el nuevo galpón que vendrá a inaugurar el alcalde al día siguiente.

Había hablado y leído mucho de la película que me llevó a Valdivia, pero hay que estar allá para entenderla. Salimos caminando de un hotel cinco estrellas donde abrimos el laptop para presentar nuestro proyecto. A pocos metros hay una casita rodeada de un césped furiosamente verde que desemboca en el río. Frente a la puerta de calle, una chancha de cien kilos amamanta a nueve chanchitos recién nacidos. Una niña de ocho años nos sonríe haciéndonos chao mientras acaricia la panza de su chancha como quien regalonea a un gato. Un poco más allá, tres ovejas comen pasto en un sitio vecino y un poco más acá un astillero fabrica yates de lujo. Estamos al otro lado de la ciudad, pero en diez minutos cruzaremos un puente alto como un edificio y estaremos a pocos pasos del restaurante fashion en que la gente se comporta como si estuviera en reunión de apoderados.

«Estas cosas sólo se ven en Valdivia», comenta Crisis diciendo que al final su película se trata de precisamente eso. Imágenes irreales, ilusiones borroneadas entre el pasado y el futuro. Como la ciudad en la que caminamos, o como él mismo, incluso. Postgrado en Europa, i-pod en el bolsillo y camisas con mucho estilo, pero de vuelta en casa, la mamá no puede dejarlo de retar por haber salido sin parka ni bufanda y con lo helado que están los días, niñito, por Dios.

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