El de arriba es el trailer de BELÉN, cortometraje de Bernardo Palau, amigo, mago y futuro comunicador audiovisual. Entiendo que este es su corto de egreso.
Cuando Palau me ofreció un papel en su corto, pensé obviamente que era un parte pequeña, como la que tuve en La Comiquería. Me empecé a dar cuenta que era un poco más cuando me citaron en dos locaciones dos días distintos.
La primera era en un café de Providencia. Tenía que hacer una escena en que me pateaban y en la que mi personaje reaccionaba, digamos… intensamente. Además de todo el café que derramé, algo gracioso fue que la gente de arte no tenía gel y mi pelo estaba más inflado y desordenado aún que de costumbre. La pobre vestuarista trataba de bajármelo con agua, cuando pasó frente al local un grupo de turistas franceses y se quedaron mirando. Partían a Torres del Paine en una hora, pero se detuvieron, interesados. Uno de ellos pidió un vaso de agua y azúcar y comenzó a domar mi pelo con un menjunje que hizo ahí mismo. Los otros explicaron que el tipo era algo así como el segundo mejor peluquero de París, dueño de una cadena se salones. Es lo lindo de los cortos, todos trabajan lo que tienen y felices (todos salvo algunos estudiantes de cine que hacen cortos, pero eso ya es otro tema).
La segunda locación fue una real consulta de psicólogo, en la que yo hacía de psicólogo. Ahí me di cuenta que lo mío era un secundario hecho y derecho. Era el último día de grabación. El equipo estaba agotado, el director trasnochado y para más remate, llegó un profe entremedio a desautorizar a todo el mundo y tratar de dirigir él. Pero salimos airosos, a pesar de todo… creo.
No tengo la objetividad para opinar del corto y no trataré de hacerlo. Sólo puedo sostener, sin temor a equivocarme que con mi poca experiencia frente a las cámaras, ya soy mucho más que un buen actor. Porque mientras los buenos actores actúan, yo sobre-actúo.