El Escribidor.

lunes, 17 septiembre 2007

La Fonda más triste de Chile.

Filed under: Posts de la vida.,Profesiones — Miguel A. Labarca D. @ 10:07 am

Tal cual.

Había decidido renunciar a mi bien remunerado trabajo para empezar mi propio negocio (idea discutible) y con mi socio Parrao se nos ocurrió partir «de a poco» (mala idea) e instalamos nuestra oficina en mi departamento (pésima idea).

En ese tiempo yo estaba tan soltero como un grifo. El departamento que arrendaba en calle Lota era ideal en casi todos los aspectos, salvo al dormir y cocinar. Me dormía tarde por el ruido de los borrachos recogiendo sus autos luego del carrete en el barrio Suecia y me despertaba temprano, con el ruido de las micros que pasaban rugiendo bajo mi ventana a partir de las seis de la mañana. En cuanto al cocinar, estoy seguro que el arquitecto que inventó las cocinas americanas, estoy seguro, nunca se tuvo que hacer un salmón a la plancha y luego, satisfecho, tratar de olvidarlo. Era una cocina para abstemios gastronómicos, cosa que nunca he sido. Así que mi departamento-oficina olía a una mezcla de todos los sabores y cocimientos del mundo que podía ser apetitosa o insoportable según tu estado de ánimo y disposición hacia las experiencias exóticas.

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miércoles, 18 julio 2007

productor.cl

Filed under: Posts de la vida.,Posts de Pelicula(s),Profesiones,Rodríguez Matte — Miguel A. Labarca D. @ 6:44 pm

Carlos Arias (sonido), Rosario Onetto (asist. dirección), Mitch Gómez (prod. ejecutivo), Álvaro Fáez (jefe de producción, atrás), Hernán Rodr�guez (director), Niles Atallah (script). Abajo: Pancho Almenara (Dir. Foto) y Claudia Serrano (Asist. Cámara)

¿Está bien elegido el nick: «guionista.cl» para éste blog?

Según El Pianista, los dos principales pasos para ser guionista son:

1. Escribir guiones.
2. Creerse guionista.

En ese sentido, puedo decir que he dado el primero, pero que el segundo sólo a medias. O sea, cuando compré el nick es claro que lo di. Pero en ocasiones retrocedo lo andado. Y es que la mayoría del tiempo este blog debiera llamarse productor.cl

La producción me persigue tanto como yo persigo la escritura. Desde siempre he querido escribir y he sido feliz escribiendo, pero la voluntad del pueblo me arrastra a la producción. Entonces no lo sabía, pero el comienzo de todo estuvo en el colegio (¿qué cosa importante no comienza en el colegio?).

Mis compañeros me obligaban a postularme a presidente de curso. Juro que no quería, pero me obligaban. Una minoría pequeña, pero irrenunciable.

«No me postulen, voy a perder», decía yo. Pero ellos, un grupo de cinco amigos que solían sentarse en la parte trasera de la sala, insistían. «Tú nos representas, cabezón», decían. Y yo, débil como siempre, aceptaba, sólo para perder, momentos después, frente a alguna compañera responsable, ordenada y con menos espinillas que yo.

Algunos años, probablemente por cansancio de las compañeras, terminaba ganando la elección. Pero las cosas no mejoraban. Un grupo de escolares puede ser un dolor de cabeza, lo sabe cualquier profesor. Me paraba adelante durante media hora y trataba de hacer, en esas circunstancias, lo menos cuerdo del mundo: imponer la cordura.

Una compañera, por ejemplo, decía que para la semana del colegio nos disfrazáramos de pascuenses. Yo replicaba que estábamos en pleno Julio y nos moriríamos de frío. Que mejor nos disfrazáramos de andinistas. Un compañero se entusiasmaba y decía que su tío médico de la posta podía prestarnos balones de oxígeno para parecer andinistas del Everest. Entonces yo decía que lo más probable era que no le dejaran sacar los balones de la posta y que mejor usáramos las parkas y bufandas con convicción y espíritu. Un compañero, decía que mejor hiciéramos un paseo a la playa. Yo entonces decía que no nos desviáramos del objetivo, que era ganar la semana del colegio. Y que además estábamos en Julio. Y en la playa hacía frío. Y la Jimena ya no prestaba la casa. Y el curso estaba quebrado porque nadie pagaba las cuotas. Y porque los trajes de gladiadores del año pasado habían costado demasiado caros…

Me odiaban.

Pero luego volvían a decirme que fuera presidente. Yo no entendía, pero volvía a aceptar.

Ahora entiendo. El nombre del juego se llama producción. Y el cargo se llama productor. Porque ser productor consiste exactamente en eso. Decirle a todo el mundo lo que no quiere escuchar, pero que sabe que finalmente tiene que escuchar. Y pagarles al final. Te odian, es una pega de mierda, pero finalmente… alguien tiene que hacerla.

Lo más interesante de hacer cine es que es que cada película es un campo de batalla entre la ideal fantasía y la prosaica realidad. El quiero versus el puedo enlazados comiéndose las colas sin tregua.

Por eso, el productor respira, celebra y sonríe cuando todo sale bien. Cuando los autos llegaron a tiempo, cuando el descuento de las luces funcionó, cuando los guardias realmente respetaron el permiso y nos dejaron filmar tranquilos. La conquista artística se la dejamos al director. Nosotros luchamos y vencimos a los elementos, al ancho mundo, a la cruel realidad. Con eso basta y sobra.

Y si además el resto del equipo también celebra contento, si el director salta en una pata, si todos brindan felices, nadie peleó con nadie y hay cierto aire de orgullo con el material filmado, entonces todos los desvelos, las úlceras, los sobregiros y trasnoches han sido justificados con creces. Es una pega difícil, es una pega ingrata, pero cuando sale bien, es fantástico hacerla.

Todo esto a propósito de el rodaje del TEASER TRAILER del «FIN DEL MUNDO SEGÚN BENITO», dirigido por Hernán Rodríguez quien, escudado por siempre-listo Pancho Almenara, suplió con creces la poca experiencia con ganas, decisión y un instinto mágico para encantar tortugas, convencer skaters y multiplicar los planos como gremlins en piscina.

Dirección y foto se preocupan de la imagen.

Lo grabamos hace dos fines de semana; en una casa en Lo Barnechea el Viernes 6 y en el Skate Park del Parque de Los Reyes el Domingo 8 (luego de que la lluvia y los eventos municipales nos obligaran a cambiar la fecha sobre la marcha, con rodaje lanzado, agrandando la úlcera del productor).

He tenido poco tiempo para escribir y han pasado varios días como para resumirles el rodaje. Sólo puedo decir que es lo más grande en cuanto a gente, equipos y complejidad que he producido y también que es primera vez que produzco sin estar también dirigiendo. El balance en ambos aspectos fue buenísimo. De tan obvio que es lo olvidamos: nada como la división de funciones. Nada como un buen equipo. Grabar en exteriores debe ser lo más parecido a desembarcar en una playa enemiga, robar un banco o cazar un mamut con palos y piedras. El desafío es tan grande que nadie se detiene a tramitar, echarse la culpa o a decir «no está ahora, llámelo más tarde». Cada uno hace lo que tiene que hacer para que las cosas resulten y las cosas, fantásticamente, resultan.

Hace poco, un amigo aún más principiante que yo me pidió algunos consejos para filmar su primer corto. Mi consejo fue uno sólo: consigue un buen equipo. Fácil de decir, difícil de hacer. Pero es el único camino.

Si quieren leer más detalles del rodaje, mi amigo y aperrado colega en la producción Raveau, escribió una bitácora del segundo día.

Si quieren ver fotitos, hagan click en el flickr de Raveau o en este oficial del trailer.

Pericles se comunica con Benito.

Sable volador.

Armando Dolly

martes, 5 junio 2007

«ILUSIONES ÓPTICAS» – Preproduciendo.

Filed under: Posts de la vida.,Posts de Pelicula(s),Profesiones — Miguel A. Labarca D. @ 1:04 am

Lamentablemente la foto no es m�a. Felicitaciones a quien quiera que la haya sacado y subido.

En alguna época de inocencia pensé que el cine se hacía con cámaras, luces y actores.

Ahora, viejo y descreído, comprendo que se hace como casi todo el resto de las cosas. Con plata.

Pero como el desencanto no logra matar la ilusión ni el pragmatismo enjaular del todo el entusiasmo, fui a Valdivia a ayudar con la próxima película de Crisis. A conversar con empresas y conseguir plata.

La película se llama “Ilusiones Ópticas”, se filmará en Valdivia durante agosto y septiembre, y fuimos allá a hablar incansablemente de ella para conseguir financiamiento, auspicios y permisos varios. No me quedan muchas ganas de seguir repitiendo el “pitch”. Ya les contaré más en otro momento. Por ahora, basta con decir que es una comedia, transcurre en Valdivia y que sus personajes son todos tan valdivianos como el director.

Crisis dice que su película habla sobre Chile usando Valdivia. Valdivia como una especie de laboratorio, de olla a presión de lo que es nuestro país: provinciano y moderno al mismo tiempo.

En Valdivia entras a un restaurante fashion al lado de un río nocturno flanqueado por lindas casas de madera y apocalípticas chimeneas al otro lado. Y el restaurante es cool, pero el ambiente es como de reunión de apoderados, todos entran mirando, sonriendo y saludándose. Porque claro, todos se conocen.

En Valdivia la principal productora de cine está en una casona de madera que cruje sísmicamente cuando pasa una micro por la calle. Las paredes llenas de fotos antiguas, libros y posters de cualquier buena causa que imaginar puedas. Pero que no te engañen los ponchos y las artesanías étnicas, porque en medio de todo también hay MACS de última generación y una estación de edición donde se monta, casi en tiempo real, la que probablemente sea la más esperada película-promesa de los próximos tiempos para nuestro cine. Pero no nos adelantemos, ya hablaré de aquello en un post especial.

En Valdivia y en Antillanca, donde también estuvimos, la gente te recibe en sus oficinas y no parece apurada por terminar rápido, como en Santiago. Tiene tiempo para conversar, y se lo toma. Antes de cerrar el trato, por el mismo precio, puedes escuchar toda la historia de la empresa, desde el primer tronco que cortó el bisabuelo hasta el nuevo galpón que vendrá a inaugurar el alcalde al día siguiente.

Había hablado y leído mucho de la película que me llevó a Valdivia, pero hay que estar allá para entenderla. Salimos caminando de un hotel cinco estrellas donde abrimos el laptop para presentar nuestro proyecto. A pocos metros hay una casita rodeada de un césped furiosamente verde que desemboca en el río. Frente a la puerta de calle, una chancha de cien kilos amamanta a nueve chanchitos recién nacidos. Una niña de ocho años nos sonríe haciéndonos chao mientras acaricia la panza de su chancha como quien regalonea a un gato. Un poco más allá, tres ovejas comen pasto en un sitio vecino y un poco más acá un astillero fabrica yates de lujo. Estamos al otro lado de la ciudad, pero en diez minutos cruzaremos un puente alto como un edificio y estaremos a pocos pasos del restaurante fashion en que la gente se comporta como si estuviera en reunión de apoderados.

«Estas cosas sólo se ven en Valdivia», comenta Crisis diciendo que al final su película se trata de precisamente eso. Imágenes irreales, ilusiones borroneadas entre el pasado y el futuro. Como la ciudad en la que caminamos, o como él mismo, incluso. Postgrado en Europa, i-pod en el bolsillo y camisas con mucho estilo, pero de vuelta en casa, la mamá no puede dejarlo de retar por haber salido sin parka ni bufanda y con lo helado que están los días, niñito, por Dios.

miércoles, 4 abril 2007

Mails, multinacionales y Haití.

Filed under: Posts de la vida.,Profesiones — Miguel A. Labarca D. @ 2:39 pm

Bandera de IT

No siempre fui un escribidor. Mucho antes, en mi vida previa, trabajaba en una multinacional. Trabajar, obviamente, es un decir. En realidad hacía lo que la mayoría de los trabajadores de multinacionales hace en vez de trabajar: mandar mails y hablar por teléfono.
Si para todo el mundo el mail se ha hecho indispensable, cuando trabajas en una multinacional, mandar y recibir mails es una religión, un estilo de vida. Por ejemplo, la manera usual de ver que tan dura está la pega es ver cuántos mails tienes en tu bandeja de entrada cada mañana. Es que antes, supongo, había que tomar un papel, un lápiz, buscar un sobre, lamer una estampilla, caminar al correo… si no tenías nada importante que decir, mejor no escribías nada.
Con el mail es muy diferente. Un click y ya devolviste a todo el mundo una dosis de su propia medicina. Y es que es insólito. En una multinacional se suele promover la interconexión, la comunicación y el flujo ilimitado de «conocimiento». Y en teoría todo bien, pero en la práctica, eso significaba recibir en un día un requerimiento de Venezuela para que mandara fotos de todos nuestros productos en supermercados, una petición de Turkía para que mandara una copia de nuestro último comercial, un gringo enojado preguntando desde Ohio cuándo le mandaríamos el nosecuanto plan para no sé qué cosa. Y obviamente en contestar a conciencia todo aquello se te va todo el día. Día que deberías dedicar a tratar de vender, ahí abajo, en el supermercado a la vuelta de la esquina, el bendito jabón que debiera ser la única supuesta razón por la que prendes el computador y tomas café cada mañana.
Así que uno hace lo más fácil. Por algo aprendimos el juego en el jardín infantil: compra huevos; a la otra esquina. O en lenguaje actual: forward y reply o, su versión más hardcore, atómica y asesina: reply to all.
Es sencillo: «por favor mándenme fotos de toda su línea de productos». Entonces: reply. Estimado nosecuanto, para cumplir con tus requerimientos a la perfección, necesitamos saber cómo sacar las fotos. Por favor, envíanos un instructivo detallado ISO9000 con el procedimiento correcto. Y listo. En el peor de los casos, ganaste un par de días, en el mejor, las famosas fotos eran un capricho de product manager aburrido y nunca más escucharás del tema.
El forward se maneja con la misma lógica: mándenme el plan nosecuanto para no sequé. Entonces, forward a finanzas, logística, tu jefe, el gringo que pidió la tontera y el jefe del gringo que pidió la tontera (para que todos vean que eres pro-activo). Estimados todosustedes, estoy trabajando a toda máquina en la preparación del indispensable informe de nosequé. Por favor, necesito que me envíen a la brevedad la información sobre… y ahí haces copy paste de algunos mails anteriores en los que alguien haya pedido muchas cosas. Y listo, ya puedes sentarte a jugar bejeweled, escribir haikús o, por último, preocuparte de las ventas de jabón en el supermercado de la esquina.
Pero no todo es trabajo. La vida social también transcurre por mail. Y cómo es incómodo manejar varias direcciones, en general uno usa su dirección de trabajo para las comunicaciones de amigos.
Hace un tiempo, un grupo de amigos trabajaba en la misma multinacional. Se mandaban mails entre ellos y los que no trabajaban ahí, obviamente también se integraban a las cadenas de mails con las que planificaban asados, partidos de baby y comentaban cada lunes las peripecias amorosas y alcoholicas del grupo. Uno de ellos era Gorostiza, que tenía un mail que era algo como r.gorostiza@multinacional.com y obviamente estaba siempre copiado.
Lo gracioso fue que como dos años después de que Gorostiza había abandonado esa empresa (es una buena costumbre que todavía mantiene: abandonar empresas), todos los amigos recibieron un cariñoso mail que decía algo como:
Queridos todos, durante los últimos tres años he aprendido a conocerlos y quererlos. Me he entretenido leyendo sobre los chascarros de «Telín», los maravillosos asados en la casa de «Nico» y las desventuras amorosas de «Falaz». De verdad, cada fin de semana me siento parte de su grupo y cada lunes llego feliz a leer sus aventuras. Y de verdad he pensado en acompañarlos y brindar con ustedes, pero no he podido por dos razones:
1. Yo no soy Roberto Gorostiza, sino Ricardo Gorostiza.
2. No trabajo en Santiago de Chile sino en Bogotá, Colombia.
En fin, les deseo lo mejor en sus vidas y quién sabe si las vueltas de la vida me permiten llegar a conocerlos en persona. Por el momento, les sugieron que actualicen su lista de contactos y dejen de mandarme mails, porque, mal que mal, estoy acá para trabajar.

La otra historia relacionada me ocurrió cuando recién llevaba poco tiempo en la empresa. Cada vez que mi computador fallaba (cosa que hacía frecuentemente), me decían que llamara a Haití. A mi me parecía un poco raro, pero cuando entendí las lógicas de ahorro de costos multinacionales, lo entendí perfectamente. Sabía que Haití era un país pobre y me pareció estupenda idea darles trabajo a los Haitianos solucionando los problemas informáticos de toda latinoamérica. Así que cada vez que me fallaba algo, tomaba el teléfono, marcaba el número y un amable acento caribeño me atendía para solucionar todo. Transcurría la vida plácidamente hasta que en las noticias vi que habían problemas en Haití. Habían derrocado a alguien o alguien peleaba con alguien, pero la cosa es que había gente en las calles, CNN y misiones de paz. Le comenté a un compañero de trabajo que se encogió de hombros y me contestó con un gruñido.
Estuve preocupado pensando en mis amigos de Haití. Fue un alivio cuando el computador por fin se quedó pegado. Llamé y al otro lado la misma amabilidad de siempre. Les pregunté como estaba la situación en las calles, si sus familias estaban bien, si tenían problemas de abastecimiento. El tipo me dijo que no entendía nada, que estaba todo bien en su familia y que Costa Rica era un país muy tranquilo y no por nada se había ganado el apodo de «la suiza de centro-américa».
– ¿Pero cómo, acaso no están en Haití?
– Nada de eso. Nosotros somos ai tee.
Problemas de el Spanglish, de la fonética y del mundo plano. Lo que el «Tico» explicaba era que pertenecía al departamento de informatica, también llamado I.T. por su sigla en inglés (abreviación de Information technology) y que leída con fonética gringa pronunciada en español, se lee exactamente igual que el país en el que yo los imaginaba.
De ahí en adelante, nunca volví a preocuparme por la gente que me contesta el teléfono.

sábado, 31 marzo 2007

Notarios.

Filed under: Posts de la vida.,Profesiones — Miguel A. Labarca D. @ 12:03 am

Una imagen vale más que mil palabras... y una de Quino, por más de diez mil.

La gente hace chistes de abogados y ahora último se ha puesto de moda el conservador de bienes raíces. Pero nadie habla de los notarios. Y no lo puedo entender, porque la sola existencia de los notarios y las notarías es un insulto a la modernidad, a la libertad de mercado y, todavía más grave, al sentido común y al buen gusto.
Veamos:
Un notario es un señor cuya única función consiste en dar fé de que las cosas son como parece que son cuando firmamos para que así sean. Es un trabajo en el que ganas plata básicamente por estar ahí. Las cosas pasan y tu simplemente estás ahí, notando que pasan. Suena inútil. Y lo es. Suena arcaico: algo como escribano, costurera, carbonero o deshollinador; una profesión que en tiempos de mundo plano, Internet 2.0 y terapia génica definitivamente debió haber dejado de existir. Pero existe.
Ahora bien. Si a alguien le pagan SOLAMENTE para dar fé, testificar, notar y observar cosas, uno esperaría que el tipo estuviera atento, ojo al charqui, paseándose cual sargento revisando uniformes en película gringa o por último sentado en una posición alta y con prismáticos, como juez de tenis.
Pero nada. Un tipo cuya única obligación es ser testigo, está siempre encerrado en una oficina, aislado de todo lo testificable, ciego a contratos, herencias, prendas, compromisos y cesiones. He visitado notarías unas veinte veces en mi vida y siempre me atienden unas dependientas con aspecto de cocinera de la fuente alemana, pero sin lomitos ni cosas ricas, sino que con cara de impaciencia y aspecto de incapacidad total para dar fé o testificar ninguna cosa que no haya sacado número y esperado veinte minutos. ¿Y el señor notario? En la oficina, firmando. ¿Y quién da fé? La vieja enojada que te recibe el papel sin mirarlo y lo pone en una ruma secuencial digna de Mr. Ford. Y obviamente te cobra. Por algo que no contribuye en nada a hacer del mundo un lugar mejor.
Perdónenme, pero si la idea tuvo sentido en algún momento, dejó de tenerlo hace mucho tiempo. Tiene que haber una mejor forma de asegurar que tú eres tú, que tu firma es tu firma y que ese maldito contrato es el que en verdad quisiste firmar.
Y lo que no pasaría de ser una anécdota y un mal rato cuando te tocó ir se enturbia cuando sacas la cuenta y piensas cuanto gana una notaría al día, al mes, al año. Y piensas que alguien los designa y perpetúa el sistema. ¿Qué hay que hacer para ser notario? ¿Cualquiera puede serlo? ¿Compiten realmente las notarías? ¿O rentan y funcionan como los pequeños monopolios que parecen?
Sin embargo, señores notarios, no tengo nada personal con ustedes. Es cierto, ganan plata sin hacer lo que se supone que hacen. Es cierto, algo huele mal en Dinamarca. Es cierto, me da rabia cada vez que debo pasar, sacar número, esperar y pagar porque me pongan un timbre. Pero sé que en el fondo, bien en el fondo, ustedes son víctimas de un sistema perverso. Y digo víctimas, porque lo veo con claridad. A pesar de todo, no son ustedes felices. Los he divisado a través de las persianas, solos en sus escritorios enchapados, fuera de época, tapados de papeles, pensando en campos verdes, en libertad, en otro tipo de vida. Pero ahí están, prisioneros de sus propios privilegios, monopolios, dávidas e importancia de papel. ¿Alguien imagina un notario feliz? Yo no puedo hacerlo. Yo imagino siempre un notario con cabeza baja, ceño fruncido y mirada de desencanto.
Un notario que firma sin parar pensando en qué le dirá a su señora cuando vuelva a casa por la tarde y ella le pregunte tiernamente cómo cada día durante los últimos quince años:
– ¿Cómo estuvo el trabajo, gordo?
Y él responda, sin otra alternativa:
– Lo mismo de siempre.
Y no estará, como otros maridos, cambiando de tema. En su caso, como cada día durante los últimos diez años, estará diciendo la pura y santa verdad.

domingo, 24 diciembre 2006

Es que nadien trabaja.

Filed under: Posts de la vida.,Profesiones — Miguel A. Labarca D. @ 5:30 pm

Calurosa y osciosa navidad. El dibujo es de Luis Freitas.

Ser productor es asumir y abrazar las imperfecciones del mundo. Si el mundo fuera perfecto y todo el mundo hiciera lo que debe en el momento que debe, nadie necesitaría productores, ni gerentes, ni mucho menos consultores. Pero como el mundo es un triste borrador de lo que debiera, entonces uno puede ser productor y vivir de decirle a la gente que haga lo que ya sabe que tiene que hacer pero que necesita que le digan para hacerlo.
Y el problema de cualquier productor al aproximarse navidad, o año nuevo, o fiestas patrias, es que en éstas fechas Chile entra en un proceso de gradual «preparación» para las fiestas. Un proceso concertado, subterráneo, subdesarrollado y malévolo de inactividad colectiva.
Porque está bien que tengamos feriados. Y están bien las vacaciones. Pero ya una semana antes de navidad, la gente deja de contestar los teléfonos, evita las reuniones y te advierte que mejor no les mandes el diseño, «porque el viernes trabajamos hasta medio día entonces no va a haber nadie para recibirlo así que mejor mándelo el martes…»
Y el problema no tiene solución, porque se le aplica aquello del cálculo llamado límite. En el límite del feriado, el trabajo tiende a cero. Si diéramos el viernes libre, el jueves en la tarde todos estarían bajando cortinas.
Al comienzo traté de resistirme, no es que sea trabajólico, pero si no puedo decirle al resto que trabaje, entonces definitivamente sólo me queda comerme las uñas y respaldar archivos. El jueves en la tarde fingí ignorancia. Planifiqué cosas para el día siguiente. Llega el DVD, lo vienen a buscar, mandamos el CD a la imprenta, revisamos la nueva versión, mandamos la orden de compra y todo rápido, coordinado y cortando el teléfono al tiro para que no tuvieran tiempo de alegar nada. Pero el viernes en la mañana yo estaba sólo mi témpano laboral en medio del trópico festivo. Decidí rendirme cuando Priscilla entró a recordarme que a medio día había que estar listo para el asado y el intercambio de regalos. Como, naturalmente, a mi se me había quedado el regalo del amigo secreto en la casa, a las once apagué el computador y volví a a buscar el regalo, maldiciendo en cada pedaleo como grinch furioso.
A las doce volví resignado, regalo en mano, lentes de sol, gorrito, hambre acomulada y sed lista. Pero la casa-productora estaba vacía, sólo Cristián, mi jefe, sentado en la terraza tomando una Bilz. Fui a la cocina y Priscilla molía palta. Cristián, resignado, comenzó a picar tomate meticulosamente. Yo me di vueltas, moví algunas sillas, lavé un vaso y revolví el lomito, aguantándome, tratando de contenerme. Pero fue inevitable, tuve que preguntar:
– Oye, Priscilla… ¿Hay algo para tomar acá?
Priscilla me miró sorprendida, al borde de la indignación, pero también se contuvo:
– En el refrigerador -me dijo señalando el armatoste electrificado con antiguedad suficiente para ser frigidaire.
Saqué una Escudo y me la llevé a la terraza, con un vaso plástico de cumpleaños. Rato después, disimulada y dignamente, Cristián me siguió. Con otro vaso plástico.
Cuando a las tres de la tarde abrimos los regalos, devoramos los lomitos y el alcohol y el humo cundieron como correspondía, Andrés, mi otro jefe, se rió contando que Priscilla me había acusado.
– Su trabajador llegó y sacó una cerveza -le había dicho.
Sonrojado y medio ebrio, traté de excusarme:
– Me dijeron que el asado comenzaba temprano -dije-. Y a las doce no había nadie, así que saqué la cerveza para esperarlos. No había nada más que hacer.
Andrés me miró, ya menos divertido.
– ¿Y trabajar? ¿Nunca se te ocurrió?

miércoles, 25 octubre 2006

Conserjes.

Filed under: Posts de la vida.,Profesiones — Miguel A. Labarca D. @ 9:54 am

conserje.jpg

Desde que dejé la casa de mis padres y comencé a vivir en departamentos (incluso antes, pero ya hablaré de aquello en otra ocasión), me han llamado la atención los conserjes. O, mejor dicho, la relación que un habitante de un edificio tiene con sus conserjes. Es extraño que haya una persona abajo que te vé más veces al día que casi nadie y que te conoce -y hace gala de ello- muchísimo más de lo que tú lo conoces y quieres conocerlo a él. (more…)

miércoles, 4 octubre 2006

Camino perdido.

Filed under: Posts de la vida.,Profesiones — Miguel A. Labarca D. @ 2:02 pm

Niño.

Mi amigo Arrisi estudió arte y se dedica a la escultura. Va al cerro, busca piedras y las esculpe. Hace figuras humanas, calaveras, hombres, mujeres, niños, viejos, parejas.
Pero su más reciente producción es un hijo. Un hijo que lo tiene contento, pero asustado. Por primera vez en su vida, la plata empezó a ser un tema central. (more…)

martes, 8 agosto 2006

La triste vida del productor ejecutivo.

Filed under: Posts de la vida.,Profesiones — Miguel A. Labarca D. @ 7:53 pm

formulario-corfo.jpg

Lleno formularios, lleno planillas, explico ideas propias y ajenas. Trato de llevar a palabras, números, descripciones, cuadritos, firmas y promesas algo tan inasible como una película o serie de TV. A eso dedico la mayoría del tiempo en éstos meses fructíferos en fondos de fomento audiovisual, cinéfilo y televisivo.
¿Está bien que los contribuyentes paguen nuestros balbuceos audiovisuales? Podría argumentar a favor y en contra (la «cultura», las externalidades positivas, el ineficiente mercado financiero, la ausencia de capitales de riesgo) pero no me detengo a pensarlo ni un segundo: hay demasiados papeles por delante. En nuestro insignificante mercado, en nuestra incipiente y casi invisible industria todo empieza y termina en una postulación y una premiación.
Y ahora se corre la voz de que sabemos hacerlo, que somos serios, responsables y conseguimos resultados. Así que vienen a vernos con ideas y ganas. A ver si ayudamos. A ver si nos embarcamos.
Así que ahora somos expertos en pre-producción y sigo bajando a la tierra, describiendo y presentando. Pensar que hay gente que se enorgullece de sus buenas ideas. Pensar que hay gente que se asusta de que les vayan a robar sus buenas ideas. Éste es un mundo en el que las buenas ideas andan tiradas en la calle como perros vagos. Éste es un mundo en el que las buenas ideas no valen nada si no se hacen. Y para hacerlas hay que tener plata. Y para tener plata hay que saber explicarlas. Y a eso me dedico ahora.
Se explican ideas. Hablar con el chofer.

viernes, 3 marzo 2006

U2 y las comidas en el trabajo.

Filed under: Posts de la vida.,Profesiones — Miguel A. Labarca D. @ 9:00 am
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Adivinarán, no fui al concierto. Muy caro. Si me sobraran treinta lucas preferiría donarla a los niños pobres de Uganda en lugar de financiarle un litro de gasolina para el jet privado a Bono. No, mentira. Creo que las gastaría en ir al cine, o en producir monos animados, o en DVDs, o en vino. Pero no me sobran, así que ni siquiera estaba en cuestión. Pero tuve dos premios de consuelo. Primero, vi la película que me regaló Andrea en DVD hace semanas, pero que tenía guardada para el Domingo a la hora del concierto. Mi propio concierto en casa. Y del U2 fresco, comenzando a ser grande. No del U2 institucional, potencia mundial, multinacional, que tenemos ahora. En todo caso me gustan ambos. Yo feliz de que a la gente le vaya bien. Pero el antiguo tiene algo más romántico. Al final, la nostalgia es una tecla que no falla.
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