Ésta película es como llegar tarde y muerto de hambre a la casa. Abrir el refrigerador y encontrar restos de muchas cosas. Con flojera, pero con creciente hambre, tomar un sartén y comenzar a mezclar. Póngale arroz, con jamón, con carne picada, el resto del pollo asado, las aceitunas del fin de semana y tampoco quedarse corto en salsa inglesa, ajo, cebolla y lo que se tenga a mano para darle sabror.
El resultado tiene gusto a todo, pero al mismo tiempo a nada, los sabores tiran en todas direcciones, anulándose, sobreponiéndose y sin dejar espacio de calma para apreciar, distinguir o saborear.
Tome «Usual Suspects», agregue «Pulp Fiction», condimente con «Seven», algo de «9 Reinas», pizca de «Memento», «Old Boy» como salsa de soya y un patacón de «Snatch» hasta el borde del plato. Una mezcla indiscriminada, excesiva y sin descanso de todas las películas-rompecabeza con-personajes-cool-y-diálogos-clever de las últimas dos décadas.
Y el resultado, si eres un cinéfilo hambriento, no está del todo mal. Es verdad que los sabores se mezclan y que probablmente olvidarás la comida en poco tiempo. Pero es bastante mejor que un pan con mantequilla. O que un arroz con verduras al vapor. Cosa de gusto, al final. Lo triste sería -con la lengua embrutecida por exceso de papas fritas- confundir la salvadora mezcla de media noche con un verdadero y noble plato de comida.
El Escribidor. 